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Las familias en el corazón de nuestra reflexión y acción

María Lía Zervino, Servidora, Presidente de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas



“Algunos nacen en familias de buena posición económica, reciben buena educación, crecen bien alimentados, o poseen naturalmente capacidades destacadas. Ellos seguramente no necesitarán un Estado activo y sólo reclamarán libertad. Pero evidentemente no cabe la misma regla para una persona con discapacidad, para alguien que nació en un hogar extremadamente pobre, para alguien que creció con una educación de baja calidad y con escasas posibilidades de curar adecuadamente sus enfermedades” (Fratelli tutti, 109).


Quienes trabajamos junto a familias de diversas partes del mundo somos conscientes de la disparidad de problemáticas que viven hoy las familias, dependiendo -entre otras variables- del país, la situación socioeconómica, la religión y la cultura de origen. Esta diversidad se hace patente en la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC). Durante la celebración, en 2018, de su Asamblea General en Dakar estableció como una de sus principales líneas de acción el cuidado de la familia en situaciones difíciles, en especial el de sus integrantes más vulnerables.


Esa opción fue elegida por las delegadas de las casi 100 organizaciones miembros que, a su vez, reúnen aproximadamente 8 millones de mujeres de todos los continentes. La UMOFC, de hecho, se manifiesta como un observatorio existencial de la sociedad actual; podría constituir una unidad de análisis excepcional para un estudio integral y multidimensional, o quizá para un programa de investigación, difusión y extensión que permitiese científicamente describir, evaluar y testimoniar las situaciones y relaciones existenciales de las mujeres y sus familias en diferentes contextos culturales de vida.


El sustrato empírico de las buenas prácticas de sus organizaciones a nivel de base, le permite a la UMOFC promover a la familia como unidad fundamental de la sociedad donde cada miembro, en particular si es carenciado o discriminado, reciba el amor y la asistencia que se requieren para lograr una vida floreciente, desde su concepción hasta su muerte natural. Sustentada por dichas experiencias, trabaja en red con otras ONGs en las agencias internacionales en las que tiene status, a fin de contribuir, en alguna medida, a impulsar políticas públicas adecuadas y a sumar estrategias frente a las violaciones de los derechos de la familia.


Los Estados suelen pasar por alto el papel fundamental de la familia en la sociedad y su contribución al bien común nacional, así como su protagonismo en la implementación de los Objetivos del Desarrollo Sostenible. Además, dado que las condiciones económicas, sociales y de calidad de vida han empeorado por la pandemia del Covid-19, se vuelve imperioso el proteger a las familias diseñando e implementando políticas sensibles a la familia en el campo del trabajo, la salud, la educación, la vivienda y la seguridad social. Estas intervenciones incluso mitigarán las migraciones forzosas y la desintegración familiar.


La crisis global actual, ha puesto en evidencia la prioridad absoluta de los lazos familiares y, al mismo tiempo, los riesgos que corren las mujeres y los menores en núcleos familiares que padecen violencia doméstica y abusos. Es urgente sistematizar los datos de las relaciones intrafamiliares durante la emergencia para tomar medidas públicas y privadas destinadas a la prevención, la detección precoz de esos delitos, la asistencia a las familias implicadas y a favorecer centros especializados que aborden la violencia intrafamiliar e incentiven los hogares inclusivos para sus integrantes.


Las familias en el corazón de nuestra reflexión y acción exigen comprender los sistemas en los que están inmersas. Algunas regiones del planeta mantienen políticas extremistas de dominación con modelos familiares patriarcales, propios de las culturas fundamentalistas, en cambio, la mayoría de los países occidentales denotan modelos familiares hedonistas y consumistas, característicos de una cultura individualista. Ambos paradigmas conspiran contra la familia. Es menester un humanismo como el propuesto por Fratelli tutti, para mantener vivo el sentido crítico frente a estas tendencias y para operar transformaciones.


Las familias están “llamadas a una misión educativa primaria e imprescindible. Ellas constituyen el primer lugar en el que se viven y se transmiten los valores del amor y de la fraternidad, de la convivencia y del compartir, de la atención y del cuidado del otro.” (Fratelli tutti, 114) Es más, las familias son el germen de la amistad social por los bienes relacionales que son capaces de generar, como el diálogo, la confianza, la fidelidad, la corresponsabilidad y la cooperación. Bienes relacionales que por ser tales se replican, están cargados de eticidad y comportan un significativo componente comunional.


Aún cabe esperar una contribución específica de las ciencias sociales que logre identificar la incidencia de las familias a nivel local como generadoras de bienes relacionales que, por su replicabilidad, eticidad y comunionalidad, dinamizan la amistad social. “Todo está conectado” (Laudato si’, 117). Las familias y la familia humana son inseparables, a la vez que la amistad social y la fraternidad universal son coesenciales para el nuevo rostro de la humanidad, si se busca atender al grito de los más pobres al unísono con el grito de la naturaleza.






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